El ejecutor altruista: ¿Por qué pagamos para castigar a otros?
Seguro que conoces esa sensación. Alguien se cuela descaradamente delante de ti en la fila, habla a gritos por el móvil en el vagón silencioso o simplemente no pone de su parte en un trabajo en equipo. Aunque sus acciones puede que no te perjudiquen directamente, la sangre te hierve. Sientes un impulso poderoso de enfrentarte a esa persona, incluso si eso te pone en una situación incómoda. Esta indignación profunda, nacida de un sentido de la justicia, es más que una simple molestia pasajera. Es uno de los motores más potentes, misteriosos y controvertidos de la cooperación humana: el castigo altruista.